jueves, 29 de mayo de 2008




lunes, 26 de mayo de 2008

¿Coches de otro planeta? No, también son 'gugolianos'


El pasado viernes, cuando me dirigía en coche desde Badajoz a Madrid, avisté por encima de las matas de la mediana un par de coches con unos 'aparatejos' sobre sus techos que me dejaron mosqueada, pensando en qué sería aquello. No tenía forma de bicicleta ni tampoco llevaba una baca ni ninguno de los elementos que se suelen transportar en esa parte del vehículo. Era una especie de vara larga de metal coronada por un chisme con forma cuadrangular.

Pues bien, una semana más tarde me despierto con que aquel trasto es una cámara con la que Google, tras un primer estreno en EE.UU., está tomando imágenes panorámicas por toda Europa y que, además, tiene un zoom lo suficientemente bueno como para reconocerte la cara o quien sabe si pillarte sacándote un moco en un momento determinado.

En fin... parece que por ahora sólo han asomado la 'camarita' por Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia, por lo que, si tenéis 'el honor' de cruzaros con alguno de estos coches que parecen llegados de otro planeta, entonad vuestro mejor 'patata' para salir bien guapos en el álbum de Google Street View.



http://www.elpais.com/articulo/internet/Google/invita/pasear/


Peribáñez


miércoles, 21 de mayo de 2008

El huerto de Manu Chao

Reflexionemos unos minutos junto a Manu Chao sobre el principio rector de Internet y otros aspectos políticos ('Politic kills World') a partir del cultivo que el cantante hace de su huerto 'rediano' y a través de este reportaje emitido en el programa Cámara Abierta 2.0, de la 2 de TVE.

http://www.rtve.es/page?CA_HOME&tipoVideo=HOME_ULTIMO


(La razón de dejaros el enlace no es otra que el error de embed code que da el vídeo, extraído de la recién estrenada por todo lo alto nueva página web de RTVE)


Peribáñez

martes, 13 de mayo de 2008

Verdad, verdad informativa e información veraz y su relación con la realidad

La verdad y la realidad son dos conceptos que se identifican y forman parte de la órbita en la que giran aquellas conceptualizaciones que rondan la definición que en su día Anselmo de Canterbury acuñara para referirse a Dios, a la entidad trascendente: “algo mayor que lo cual nada es pensable”, es decir, lo mayor pensable. Y no podemos pensar más allá de determinados conceptos, ya que el individuo se siente desbordado y es incapaz.
La verdad, la realidad, la objetividad, la imparcialidad, … son conceptos excelentes en cuanto que trascienden la conciencia del ser humano como esencia y existencia y son conceptos necesarios, es decir, “son” y no pueden no serlo, y por ello, el ser humano como ser contingente que “es” pero podría dejar de serlo, no puede abarcarlos en su plenitud, ya que su naturaleza imperfecta le permite concebir pero no trasvasar a su naturaleza social el sentido y significado del principio rector o αρхє que rige la existencia en la perfección de esos conceptos. Y esa contingencia e imperfección del ser humano la que le obliga a adoptar derivados en potencia al no poder acceder a la verdad en acto, con objeto de aproximarse en mayor o menor medida, a partir de la construcción y conjugación de imágenes y sonidos, a la realidad social llena de sentido y significado. Y entre esos derivados del concepto de verdad se encuentran por un lado la verdad informativa y, por otro, la información veraz.
El ser humano como ser imperfecto necesita conocer la realidad, al menos en potencia, para lo cual recurre a la búsqueda de lo que Aristóteles daría en llamar como “la virtud”, esto es, el punto medio a que todo hombre debe aspirar como medio para alcanzar la felicidad. Pues bien, la virtud que, en este caso, el ser humano ha adoptado como marco interpretativo entre la realidad y el individuo son los medios de comunicación –me abstengo de añadir el concepto “de masas” pues merece mención aparte- que establecen unos modos de producción y unos esquemas psicológicos a través de los cuales el individuo interpreta en mundo, tal y como enunciara Lippmann en su día.
El principio fundamental que abandera la aparición de los medios de comunicación es el de reflejar la verdad de los acontecimientos que se experimentan en la realidad no sólo de la vida cotidiana sino del universo en general. Así, los medios realizan una función de interacción entre la realidad y el individuo con objeto de producir en el ser humano racional una sensación de entendimiento, de consenso de esa realidad; tienen una función de culminar en buena parte la realización del individuo para evitar su frustración existencial. Pero, como ya he apuntado antes, ni los medios ni los individuos pueden acceder a reflejar la verdad de la realidad como conceptos cuyo sentido y significado pleno trascienden al ser humano como ser racional y social, por lo que han de conformarse con el establecimiento de estándares que permitan al individuo ajustar y adaptar la verdad y la realidad en potencia con el objetivo último de aproximarse a la verdad de los acontecimientos de la realidad en acto.
Lo que quiero decir con esto es que los medios de comunicación obedecen a la necesidad interpretativa del hombre con respecto a la realidad social, y como interpretación que es, los medios no deben ejercerla a su libre albedrío, sino que deben marcarse sus propios estándares éticos, aparte de los requisitos que dicta la ley, con objeto de aproximarse en la medida de lo posible y a través de la construcción de imágenes y sonidos no a reflejar la verdad de la realidad, ya que si esto fuera posible, la perfección de los conceptos de verdad y realidad coincidiría con la perfección de la imperfección humana, sino a intentar recrear lo más fielmente posible, de la manera más perfecta dentro de los límites de la imperfección humana y a través de la construcción y fusión de imágenes fijas y en movimiento, sonidos y textos la verdad de la realidad en potencia o la verdad y la realidad en potencia con el menor indicio de duda posible, es decir, apurando al máximo la imperfección del ser racional para recrear al máximo y con la mayor seguridad posible la verdad de la realidad en potencia o, lo que es lo mismo, la verdad informativa.
En este sentido, uno de los aspectos fundamentales para que el concepto banal y humano de verdad informativa se ajuste o aproxime a los conceptos de verdad y realidad en sentido trascendente es que los elementos que componen esa verdad informativa sean aceptados como válidos por el conjunto de los individuos. Por este motivo, los profesionales de los medios de comunicación deben ser muy cuidadosos a la hora de seleccionar y jerarquizar los componentes de la verdad informativa, actuando con la mayor seguridad y certidumbre posible, ya que, inundando la información de inseguridades y pareceres propios corremos el riesgo de poner en peligro a la audiencia por los posibles prejuicios sociales que se puedan derivar de falsas aproximaciones a la verdad y a la realidad o construcción de comunidades ficticias que den lugar al establecimiento de juicios u opiniones de rechazo hacia determinados individuos, grupos o actitudes sociales por parte del público.
Al igual que el ser humano siente la necesidad imperiosa de establecer la causa de la existencia del universo o de encontrar un refugio tras la muerte a través de la figura de Dios, también siente la necesidad de explicar y transmitir la verdad de los acontecimientos de la realidad a través de los medios de comunicación. Pero esta transmisión de la verdad y la realidad o la realidad y la verdad que recreamos a través de la verdad informativa exige una autorregulación tanto personal como procedente de agentes externos con objeto de evitar los posibles problemas en forma de prejuicios anteriormente anunciados.
Así, desde la individualidad del ser humano racional emanan una serie de criterios y principios éticos y deontológicos que rigen el comportamiento moral de los profesionales de la comunicación a la hora de reflejar la verdad informativa recreada de la verdad y de la realidad en la selección, jerarquización y elaboración de los contenidos que van a ser noticia en un programa informativo. El establecimiento de estos criterios responde principalmente a la concepción de los medios de comunicación como el cuarto poder en nuestra sociedad, y como consecuencia de ello, se ha derivado el hecho de que los medios, tomando como abanderada a la televisión y ahora cada vez más a internet, se han erigido como principal brazo cultural de nuestro tiempo con la responsabilidad social que ello conlleva para los profesionales de la comunicación.
Esta responsabilidad social de respeto a las consecuencias a las que puede dar lugar “el juguete” de los medios es lo que ha propiciado la aparición de estándares éticos sobre la objetividad, neutralidad, rigor, equidad, imparcialidad, etc., que deben reinar en la constitución de los mensajes informativos con objeto de evitar distorsiones o falsas aproximaciones a la verdad y a la realidad, que por desgracia aparecen en el día a día de los medios (por ejemplo, inmigrantes y minorías étnicas asociadas a la amenaza socioeconómica, violencia, …). Esta autorregulación individual de los profesionales a través de los códigos éticos complementa a la regulación que los Tribunales de Justicia establecen para “controlar” los efectos de los medios de comunicación. Tal regulación recoge en su mayoría la necesidad y obligación que los medios, por su influencia cultural, deben aplicar en la elaboración de los contenidos informativos y, a falta de una ley audiovisual, se compone básicamente de derivaciones de conceptos trascendentes que, por suerte, no se inmiscuyen en el campo de la ética, que queda en manos del individuo, haciéndolo poderoso, por lo que éste debe andar cuidado.
En definitiva, una serie de requisitos con los que los Tribunales intentan asegurar la percepción de la responsabilidad social que define a los medios y sus consecuencias por parte de los profesionales de la comunicación en una intentona por aminorar el índice de falsedad que, derivado de la subjetividad innata de los valores, creencias, actitudes, … del profesional siempre existirá en los contenido informativos.